Tenemos esa mala costumbre de quitar la vida a lo que la vida nos da. Para apreciar el olor de la flor presionamos con la parte dactilar de los dedos indice y pulgar. Tiramos con fuerza mesurada para no romper el pequeño pie color rana que conecta la vida subterránea con la nuestra. Una vez hemos conseguido romper el soporte de la flor, nos la acercamos lentamente hasta la protuberancia de la cara. Hacemos un pequeño impulso desde los pulmones, para hinchar la barriga con el oxígeno que consigue atravesar los grandes guardias de nuestros orificios. Es después cuando logras apreciar ese aroma tan agradable. Para no encerrar tu sentimiento de placer, debes dejar un pequeño suspiro. A la vez, debes tener en cuenta de que los pasajeros de las abejas no intenten entrar dentro de tu nariz. Puedes notar una sensación incómoda y provocarte un ligero estornudo. Una vez terminada la acción , miras con admiración los grandes pétalos de colores que cubren la flor. A continuación, vuelves a acercar las extremidades que siguen del brazo y con dos dedos, aprietas con ternura los pétalos y los separas de su esqueleto. Te llenas de ilusión si el último te da una respuesta positiva y es entonces cuando le dan ganas de seguir luchando por esa persona que te gusta tanto.
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