sábado, 9 de junio de 2012

HISTORIA COLECTIVA



MI REDACCIÓN
Juan se sentó a mi lado sin decirme nada más. Era un chico comprensivo, atento y sobretodo tolerante, es por eso que entendió que necesitaba un apoyo físico, no que me dieran la lata y me taladraran la cabeza. Estábamos en medio de la nada, con la moto a unos metros de mis pies y nada más. Ese era el problema, no tenía nada. Lo deje todo por Marcus, estaba convencida que era el hombre de mi vida, y en tan solo un instante lo perdí para siempre. Era estúpido que pensara que estaba con Juan, no tiene lógica. ¿Por qué estaría yo con mi supuesto novio en medio de una guerra? No sabía por qué había reaccionado así, me dolió mucho. No pude más, tenía tanta impotencia y rabia dentro, que estallé por completo. Gotas enormes de me salían de los ojos y terminaban cayendo sobre la pierna de Juan, que él me acariciaba con su mano derecha mi espalda para darme su consuelo. Me puso su dedo pulgar debajo la barbilla y me empujo la cabeza hacía arriba, para darme a entender que le mirase. Se me quedo mirando unos dos minutos y de pronto soltó el discurso más largo que e sentido salir de las cuerdas vocales de un hombre. No me podía creer que Juan, ese chicho que veía como mi mayor apoyo en mi absurda vida se me acabara de declarar. Sentir salir te quiero de sus dientes perfectamente blancas y bien colocadas, me hizo un impacto brutal. No, no sentía nada. Se me acercó para besarme con sus labios perfectamente definidos, que cualquier mujer se hubiera rendido a sus pies. Tenía su cara frente a frente con la mía, mirándonos sin pensamiento alguno, tenia todo el cerebro en blanco, estaba en mi mundo. Pero de pronto escuchamos tiroteos a unos pocos metros de donde estábamos.  



LA CORRECCIÓN
Juan se sentó a mi lado sin decirme nada más. Era un chico comprensivo, atento y sobre todo tolerante, es por eso que entendió que necesitaba un apoyo físico, no que me dieran la lata ni me bombardearan a preguntas. Estábamos en medio de la nada, con la moto a unos metros de mis pies… y nada más. Ese era el problema… ¡no tenía nada! Lo había dejado todo por Marcus. Estaba convencida de que era el hombre de mi vida… pero en tan solo un instante lo había perdido para siempre. Era estúpido que pensara que estaba con Juan. ¡No tenía lógica! ¿Por qué estaría yo con mi supuesto novio en medio de una guerra? No sabía por qué había reaccionado así, pero me dolió mucho.Me sentía tan impotente y con tanta rabia acumulada en mi interior, que estallé por completo. Lágrimas en forma de gotas enormes se deslizaban por mis ojos para terminar cayendo sobre la pierna de Juan, mientras él me acariciaba suavemente con su mano derecha la espalda para darme su consuelo. Situó el dedo pulgar debajo mi barbilla y me levantó la cabeza. Pretendía que lo mirase. Nuestras miradas se cruzaron unos dos minutos y de pronto soltó el discurso más largo que he oído en mi vida pronunciar en boca de un hombre. No podía creérmelo: Juan, mi mayor apoyo en esta absurda vida en la que me había tocado vivir, acababa de declararme amor eterno.Oír como su voz pronunciaba un “te quiero” a través de unos dientes perfectamente blancos y bien colocados, me causó un impacto brutal. No, no sentía nada. Se me acercó para besarme, con esos labios perfectamente definidos; esos labios antes los que cualquier mujer hubiera quedado rendido a sus pies. Nuestros rostros distanciaban tal solo unos milímetros, nuestros pensamientos convergían... estaba en mi mundo. Todo se había detenido. Pero de pronto… el ruido ensordecedor de un tiroteo a escasos metros de donde estábamos, nos hizo volver a la realidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario